A lo largo de mi carrera he aprendido que los proyectos de construcción no solo se tratan de planos y materiales; se tratan también de enfrentar imprevistos y saber como gestionar la presión cuando esta aparece, de forma inesperada, como una filtración de agua. Este es el caso de una de las experiencias más retadoras que viví trabajando como gerente de construcción en un proyecto de un centro comercial en Guadalajara, México.
Era mi primer proyecto en el país, ya estaba muy avanzado y el reloj corría en contra. Llovía sin tregua, y las jardineras del proyecto -más de 200, en distintos niveles- filtraban agua a las tiendas recién abiertas. Aunque era evidente, parecía que el tema se había pasado por alto o minimizado por la urgencia de avanzar.
Yo era el nuevo, el extranjero, el que no había estado desde el principio. No fue fácil que tomaran en serio mis advertencias. Pero insistí. Sabía que si no se atendía ese problema de inmediato, podría convertirse en una pesadilla para todos. Logré convencer al equipo y a los clientes de hacer una intervención urgente pero planificada. Y aquí fue donde empezó una de las experiencias más exigentes y formativas de mi carrera.
Diseñé un plan: primero, cuantificar y clasificar todas las jardineras según su estado de avance. Segundo, definir una metodología de impermeabilización con ayuda de un contratista especializado. Y tercero, implementar un programa de trabajo intensivo que permitiera avanzar sin detener el resto de la obra. Trabajamos días y noches, haciendo pruebas de estanqueidad hasta las 2 de la mañana, y a las 7 ya estábamos de regreso para revisar y corregir lo que hiciera falta. Cada noche una historia nueva: fugas que no encontrábamos, inquilinos molestos, trabajos que debíamos demoler porque se habían adelantado sin seguir el proceso.
Y aún así, lo logramos.
Fueron alrededor de dos meses de desgaste físico y mental, pero conseguimos solucionar el problema, entregar la obra y recibir el reconocimiento del cliente. Más allá del resultado, la experiencia me dejó varias lecciones que aún hoy comparto con quienes se enfrentan a liderar obras complejas, especialmente en contextos nuevos.
Cinco aprendizajes de una obra bajo presión
- El respeto se gana, no se impone.
Llegar como gerente nuevo, y además extranjero, puede levantar barreras. No basta con tener el cargo. Se requiere demostrar con acciones, soluciones y una actitud colaborativa que estás ahí para sumar. Esa credibilidad se construye con coherencia y resultados.
- Ver lo que otros no quieren ver.
En obras con plazos apretados, lo urgente suele desplazar lo importante. Saber detectar problemas ocultos (como las filtraciones) y atreverse a ponerlos sobre la mesa -aunque incomode- puede marcar la diferencia entre el fracaso y una entrega exitosa.
- Planificar es clave, pero adaptarse lo es más.
Teníamos un plan, pero lo ajustábamos casi a diario. La rigidez no funciona en contextos cambiantes. Lo que sí funciona es tener claridad de objetivos y la disposición para recalibrar constantemente según las condiciones reales de la obra.
- Trabajar en equipo es más que coordinar tareas.
Formar un equipo comprometido, donde todos entiendan la importancia de su rol, es esencial. Durante esas semanas se creó una verdadera comunidad de trabajo: ingenieros, técnicos, contratistas…todos remando hacia el mismo lado, con jornadas interminables pero con propósito.
- La resiliencia se cultiva.
Hubo momentos en los que todo parecía ir mal. Pero el convencimiento de que lo estábamos haciendo bien, la determinación de no bajar los brazos y el compromiso con el resultado nos mantuvo firmes. A veces, esa es la única diferencia entre rendirse y avanzar.
Cuando el agua pone a prueba tu temple
Hoy, al recordar aquella etapa, me doy cuenta de lo transformadora que fue. No solo por el reto técnico y operativo, sino por todo lo que me enseñó sobre liderazgo, adaptación y confianza en uno mismo. Esas jardineras me probaron como profesional y como persona.
Este tipo de experiencias son las que, con el tiempo, se convierten en historias de crecimiento profesional. Los proyectos nunca son fáciles, pero las lecciones que nos dejan son las que realmente nos preparan para enfrentar lo que está por venir.
La próxima vez que te encuentres con un desafío, recuerda que la solución está en la forma en que decidas afrontarlo.
En cada obra hay una historia que contar. ¡Esta fue la mía!
Descubre más historias que te inspirarán a seguir adelante

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