Dicen que el hombre es un ser social. Y que en su esencia, necesita de las demás personas para vivir. La primera sociedad que conoce es la familia. En ella se desarrollan sus primeras herramientas para comportarse, sobrevivir y crecer.
En el hogar aprende a compartir, aceptar, obedecer, disentir, agradecer y todos los demás valores que lo ayudan y preparan para convivir en sociedad. Sin estos valores (y otros también muy importantes) la sociedad sería una «Torre de Babel» casi imposible de sostenerse.
Todos estos valores, se podrían resumir en uno solo, «respeto». Respeto del bien ajeno, de la vida, de las diferencias de pensamiento. Es imposible que las sociedades puedan sobrevivir si no existe el respeto tanto dentro de la sociedad misma como de otras sociedades diferentes.
Y fue así como las sociedades se fueron organizando, a partir del respeto, para poder convivir. Esta convivencia nos hace sentirnos protegidos, acompañados, seguros, queridos.
Entiendo muy bien que debe existir la duda, el cuestionamiento, el disentir y que se crea que se tiene la razón. Pero, qué es la razón si no una percepción de la realidad. Algo que vamos moldeando con los pensamientos hasta creer que ese pensamiento es lo correcto. De hecho, en este momento, puede ser que yo crea tener la razón, pero habrá quién tenga otra percepción de esa misma idea.
Sin embargo, el que yo crea tener la razón, no me hace dueño de la verdad. Y es aquí donde debe emerger el respeto. La consideración de que el otro pueda tener también la razón. Porque la razón es algo circunstancial. Está ligada a un tiempo y a un lugar. A un estado de las cosas en un momento dado. Lo que ayer era razonable, hoy puede que ya no lo sea. La vida va evolucionando y cambiando con el tiempo.
Es por eso que las normas, reglamentos y leyes van cambiando, porque con la experiencia nos vamos dando cuenta que lo que nos regía ayer, hoy ya no es posible. Pero más allá de esos cambios, el respeto es algo que no debe de cambiar, a pesar de las dudas, más allá de nuestra capacidad de razonamiento.
Los cambios tan acelerados en esta era de la (des) información nos han permitido externar nuestros criterios de una manera acelerada, sin analizar lo que estamos comentando, porque lo que yo digo hoy, quizás ya mañana no tenga relevancia. Por eso corremos a externar nuestras posiciones con respecto a todo, sin pensar en el daño que podríamos estar ocasionando incluso a nosotros mismos o a nuestro círculo cercano.
Digo todo esto, porque he visto como ese respeto se ha ido perdiendo en las redes sociales, pero más peligroso aún, en los medios de comunicación, la prensa que cada vez se vuelve más sensacionalista y pierde de vista su objetivo principal, informar, para convertirse en un juzgador al punto de convertirse en «inquisidor» porque cuando entrevistan a alguien, quien quiera este sea, las preguntas que hacen llevan una dirección única, y es que el otro responda lo que el comunicador quiere. Esto se da en noticias deportivas, policiales, políticas o sucesos. En cualquier ámbito, la pregunta dirigida es la que manda.
Hoy, más que nunca, la prensa se encuentra polarizada, tomando partido de uno u otro bando. Y repito, lo vemos tanto en los deportes, como en la política o las notas de sucesos, donde si la «sele» pierde, se van contra el entrenador; si el candidato no es de su agrado, lo acorralan, lo «investigan» para sacar lo más vil de esa persona; o si alguien es «acusado» de un posible delito, de una vez lo juzgan sin dar tiempo a poder defenderse.
Este irrespeto a la persona, como ser humano, es muy grave a mi parecer, pues la credibilidad que tienen esos noticieros es muy alta, lo que es perjudicial para la sociedad, al polarizarse y no permitir al resto de la gente decidir por sí misma.
Es hora que nos demos cuenta de lo importante que es mantener el respeto hacia los demás, -sea el presidente que no nos gusta, el fiscal que consideramos que no hace bien las cosas, el entrenador que no convoca a los que queremos ver en la sele, o a cualquier persona que, nos guste o no, forma parte de la sociedad en la que vivimos-, y dejemos que las reglas, las leyes y los jueces hagan su trabajo, que para eso están.
Esto no quiere decir que debamos aceptar cualquier cosa. No va por ahí. Claro que debemos ser vigilantes y denunciar las cosas que no están bien, que van en contra de nuestra convivencia. Pero para eso existen los canales adecuados. No utilizar el poder para hacerlo. Y es aquí donde quiero llegar. El poder que tiene un telenoticiario, un periodista, un periódico es sumamente alto.
El tener la posibilidad de tener acceso a esas noticias, a esos personajes y una pantalla donde los ven la mayor parte de un país, debe administrarse con orgullo, pero también con una gran responsabilidad, porque para la audiencia puede significar la verdad absoluta.
Espero que estos pensamientos nos impulsen a la reflexión, a mejorar nuestra percepción de la verdad y a respetarnos más, para convivir en este mundo tan hermoso en el que tenemos la dicha de vivir.

Deja un comentario